La nueva pirámide de clases sociales publicada por Consultora W para el primer trimestre de 2025 revela una transformación silenciosa pero profunda en la estructura socioeconómica del país. No es solo una cuestión de números: es una radiografía del vínculo entre ingresos, empleo y oportunidades.
🧩 ¿Cómo se distribuye la población?
- Clase alta: $6.000.000 o más por mes. Solo el 5% de la población.
- Clase media alta: $3.200.000 mensuales. Representa el 17%.
- Clase media baja: $1.850.000. Agrupa al 26%.
- Clase baja superior: $1.060.000. También el 26%. Marca la línea de pobreza.
- Clase baja: 26% de los hogares, 35% de la población total.
La clase baja ya no es una minoría: es el grupo más numeroso. Y la línea de pobreza se ubica en $1.060.000, un dato clave para entender el umbral de vulnerabilidad.
🔍 ¿Qué implica esto para el mundo laboral?
- El salario como marcador social
El ingreso mensual se ha convertido en el principal indicador de clase. Ya no alcanza con tener empleo: importa cuánto se gana y qué nivel de vida permite sostener. - La clase media se fragmenta
La tradicional “clase media” se divide entre quienes logran superar los $3.200.000 y quienes apenas rozan los $1.850.000. Esto genera tensiones, aspiraciones truncas y nuevas formas de competencia. - El trabajo formal no garantiza estabilidad
Muchos trabajadores formales están en la clase baja superior. Esto plantea un desafío para las políticas laborales: ¿cómo generar empleo que realmente saque a las personas de la pobreza? - La desigualdad se vuelve visible
La pirámide muestra que el 5% más alto gana casi seis veces más que el 26% medio. Esta brecha impacta en el consumo, la educación, la salud y la movilidad social.
💬 ¿Qué podemos hacer desde el mundo del empleo?
- Revalorizar el trabajo digno: No solo crear puestos, sino garantizar ingresos que superen la línea de pobreza.
- Formar para la movilidad: Capacitar para que más personas puedan pasar de la clase baja a la media baja, y de ahí hacia arriba.
- Escuchar a los trabajadores: Sus necesidades, frustraciones y aspiraciones son clave para diseñar políticas públicas y estrategias empresariales.

